"En e sto todos conocerán que soi s mi s di scípulos: si os amáis unos a los otros." Je sús. (JUAN, 13:35.)
Desde la victoria de Constantino, que abrió al mundo cristiano las puertas de la hegemonía política, hemos enseñado diversas experiencias para demostrar en la Tierra nuestra condición de discípulos de Jesús.
Organizamos celebres concilios, formulando atrevidas conclusiones acerca de la naturaleza de Dios y del Alma, del Universo y de la Vida.
Incentivamos guerras arrasadoras que implantaron la miseria y el terror en aquellos que no podían creer por la disposición de nuestra fe.
Disputamos el sepulcro del Divino Maestro, blandiendo la espada mortífera y alentando el fuego devorador.
Creamos encomiendas y cargos religiosos, distribuyendo el veneno y manejando el puñal.
Encendimos hogueras que operaron el embate de hermanos contra hermanos, en nombre del Señor que testimonio en la cruz la devoción a la Humanidad entera.
Edificamos palacios y basílicas, famosos por la suntuosidad y belleza, pretendiendo reverenciarle la memoria, olvidados de que el, en verdad, no poseía una piedra donde reposar la cabeza.
Y, aun hoy, alimentamos la separación y la discordia, irguiendo trincheras de incomprensión y animosidad, unos contra otros, en los variados sectores de la Interpretación.
Entre tanto, la palabra de Cristo es insofisticable.
No nos aremos titulares de la Buena Nueva simplemente a través de las actitudes exteriores...
Precisamos, si, de la cultura que primorea la inteligencia, de la justicia que sustenta el orden, del progreso material que enriquece el trabajo y de las asambleas que favorecen el estudio; no en tanto, todo el movimiento humano, sin la luz del amor, puede perderse en las sombras...
Seremos admitidos al aprendizaje del Evangelio, cultivando el Reino de Dios que comienza en la vida intima.
Extendamos, así, la fraternidad pura y simple, amparándonos mutuamente... Fraternidad que trabaja y ayuda, comprende y perdona, entre la humildad y el servicio que aseguran la victoria del bien. Atendámosla donde estuviéramos, recordando la palabra del Señor que afirmó con claridad y seguridad: "En esto todos conocerán que sois mis discípulos: si os amáis unos a los otros."
XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 15.