Guardemos El Cuidado

"... más nada es puro para los contaminados e infieles." ­ Paulo (TITO, 1:15.)

El hombre entreve siempre, a través de la visión interior.

Con los colores que usa por dentro, juzga los aspectos de fuera.

Por lo que siente, examina los sentimientos ajenos.

En la conducta de los otros, supone encontrar los medios y los fines de las acciones que le son peculiares.

De hay, el imperativo de la gran vigilancia para que nuestra conciencia no se contamine por el mal.

Cuando la sombra vaguea en nuestra mente, no vislumbramos sino sombras en todas partes.

Junto a las manifestaciones del amor más puro, imaginamos alucinaciones carnales.

Si encontramos un compañero vestido con especial esmero, pensamos en la vanidad.

Ante el amigo llamado para la carrera publica, mentalizamos la tiranía política.

Si el vecino sabe economizar con perfecto aprovechamiento de la oportunidad, lo miramos con desconfianza y acostumbramos a tejer largas reflexiones en torno a las apropiaciones indebidas.

Cuando oímos a un amigo en la defensa justa, usando la energía que le compete, lo relegamos, de inmediato, a la categoría de intratables.

Cuando la tinieblas se extiende, en la intimidad de nuestras vidas, deplorables alteraciones nos asisten el pensamiento.

Virtudes, en esas circunstancias, jamás son vistas.

Los males, con todo, sobran siempre.

Los más largos gestos de bendición reciben lastimables interpretaciones.

Guardemos cuidado toda vez que seamos visitados por la envidia, por el celo, por la sospecha o por la maledicencia.

Casos enmarañados existen en los cuales el silencio es el remedio bendito y eficaz, porque, sin duda, cada espíritu observa el camino o al caminante, según la visión clara u oscura de que dispone.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 34.