Diferencias

"En esto todos conoceréis que soi s mis di scípulos, si os amáis unos a los otros." ­Jesús. (JUAN, 13:35

En las variadas escuelas del Cristianismo, vemos millares de personas que, de alguna suerte, se ligan al Maestro y Señor.

Hay corazones que se deshacen en las alabanzas al Gran Medico, exaltándole la intercesión divina en los acontecimientos en que se reconocieron favorecidos, más no pasan de las afirmativas espectaculares, cual si viviesen indefinidamente sumergidos en maravillosas visiones.

Son los simplemente beneficiarios y soñadores.

Hay temperamentos ardorosos que impresionan en la tribuna, a través de las lecciones eruditas y conmovedoras, en la que relacionan la posición del Gran Renovador, en la religión, en la filosofía y en la historia, no avanzando, con todo, más allá de los discursos preciosos.

Son los simplemente sacerdotes y predicadores.

Hay inteligencias primorosas que derraman páginas sublimes de creencia consoladora, arrancando lágrimas de emoción a los ávidos lectores de conocimiento revelador, todavía, no ultrapasan el campo del beletrismo religioso.

Son los simplemente escritores e intelectuales.

Todos guardan recursos y méritos especializados.

Existe, no en tanto, en los trabajos de la Buena Nueva, un tipo de colaborador diferente.

Halaba al Señor con pensamientos, palabras y actos, cada día.

Distribuye el tesoro del bien, por intermedio del verbo consolador, siempre que es posible.

Escribe conceptos edificantes, en torno del Evangelio, toda vez que las circunstancias se lo permiten.

Ultrapasa, sin embargo, toda predicación hablada o escrita, haciendo incesantemente en la sementera del bien, en obras de sacrificio propio y de amor puro, en los moldes de acción que el Cristo nos lego. No pide recompensa, no pregunta por resultados, no se sintoniza con el mal. Protege y ayuda siempre.

Semejante compañero es conocido por verdadero discípulo del Señor, por amar mucho.

XAVIER, Francisco Cândido. Fuente Viva. Por el Espíritu Emmanuel. FEB. Capitulo 63.